Encuentros en la tercera edad

Cuando se reconocieron, se abrazaron como cuando eran adolescentes y el final del abrazo le dejaba a uno el cuerpo frío. Se miraron a los ojos y a los labios, muy cerca, como queriendo saber el uno del otro, como dudando si besarse delante de otros que se despedían. Todas las palabras eran torpes y se valieron de los gestos para hablarse. Se agarraron las manos nerviosas y, sin decir nada, abandonaron la parada del autobús, a merendar para recordar los años que vivieron por separado.

1 me subrayan o me tachan:

Javier dijo...

Hermosas palabras. No hace falta llegar a viejo para sentir lo que describes. Hay que "merendar" cada día.

Un abrazo.

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