Ferran Adrià presenta sus planes para la Costa Brava

Acojonante el artículo.
Pero entre tantas grandes ideas se dejan algunas por pergeñar:

Unir en lugar de separar: cava bien frío con tortilla de patatas.

Acercar una Cataluña sin fronteras al resto de España, que, junto con Francia, es la que está más cerca y podría hacer desechar otros destinos más lejanos.

Una parte de Cataluña la forman personas como Montilla, y están abiertos a mostrar una cataluña en español, para que quizás más adelante compruebe uno el atractivo de una zona singular por su belleza, por la amabilidad de sus gentes, y no solo conocida por sus intenciones separatistas, sus ideas insolidarias y la soberbia de sus discursos.

Que logren que Cataluña no se enfrente al resto de España, que ofrezca una imagen de tierra diferente donde todo el mundo puede ir a sentirse a gusto, descansar y comprobar lo bien que se puede vivir.

Que hagan ver que Barcelona no tiene nada que envidiar a otras grandes capitales del mundo, y que el interior de Cataluña también es especial, sin ser apabullantemente mejor que, por ejemplo, la Tierra de Campos. Es sencillamente un lugar diferente, con monte y mar, pero que lo hay en muchos otros lugares del mundo, que no tienen por qué ser preferibles si se muestran correctamente los de la Costa Brava.

Que hagan de los grandes personajes (arquitecto, pintor, narrador o filósofo) una bandera que signifique Cataluña sin compararse con nadie, porque son únicos, como otros lo son en otros sitios.

Quizás así se consiga un mayor incremento de turismo interior (del que se queda dentro de España, sin marcharse a Francia o a Italia, donde se hacen buenos vinos, la cocina es también considerada como un arte, y tanto la idiosincrasia como el idioma son también distintos), y una mayor unidad, si es que eso le interesa a alguien de Cataluña también.

Lástima que ya no me dé tiempo a pedir audiencia, porque mucha gente del centro se pierde Cataluña por prejuicio, y sus razones tienen. Si pudieran quitárselas...

Qué hijoputa

He visto que uno de mis enemigos declarados de la facultad no sólo ha publicado libro, sino que en menos de un año ha vendido ya dos ediciones y va por la tercera. Era un imbécil entonces, un pedante no hace mucho y las personas que encuentran esa senda cuando tienen treinta años, tardan por lo menos otros treinta en cambiarla. En la foto de la solapa aparece fumando y con unas gafas horribles. El mal gusto siempre lo acompañó, como las camisas de rayas gruesas o los comentarios sin tacto alguno. Tiene gracia que lo último que recuerde de él fue que en quinto me ofreció darme un curso para enseñarme a escribir, y que lo último que le dije sea lo mismo que le he dicho hoy a la pantalla cuando he visto la noticia: Tócate los cojones. Siempre he respondido así a las faltas de respeto. Así, y desapareciendo de la escena.
Me entran ganas de coger el teléfono y felicitarle. Y si fuera mala persona, lo haría, pero prefiero salir al mercado recordando dos palabras: tercera edición. Qué hijoputa.